Vergüenza ajena. Eso es lo que siento cada vez que leo o escuho algo sobre las bondades de Gran Scala y todo lo que va a significar para Aragón. Ultimamente ya ni me apetece preocuparme por este tema; trato de reducir todo el conglomerado de noticias y datos que se suscitan en dos apartados muy simples:
LO MATERIAL
No creo que ese proyecto salga adelante tal y como nos lo han vendido por mucho que ahora ya hayan aparecido en persona los mariachis que dicen que van crear entre 26.000 y 200.000 puestos de trabajo, según donde se lea, entre otras grandes cifras intangibles. No olvidemos que hasta ahora la inversión en terrenos supera por poco los 300.000 euros (50 millones de pesetas), lo que viene a ser un chalet a todo trapo --piscina y frontón incluidos-- en la zona. Punto. Hay truco. No soy tan listo como para saber dónde, pero hay truco. Y el tiempo lo demostrará.
LO CONCEPTUAL
Estoy dudando entre elegir la palabra asco, que quizá sea un poco fuerte, o náusea. Quizá lo correcto sea repugnancia. En fin, mejor voy hacer una mezcla de las tres y con ello describiré con exactitud lo que me produce la postura del Gobierno de Aragón en este tema, y en especial la de su vicepresidente Jose Angel Winston Churchill Biel. Este apartado, del que ya he hablado en alguna otra ocasión, también lo resumo rápido: ¿Quién coño se cree este tipo que es para prostituir Aragón?