No sé por qué hay quien ha criticado a Roger Federer por sus lágrimas en Australia. Si algo se ha ganado el suizo a pulso a lo largo de los últimos años es el derecho a llorar en una entrega de trofeos y donde le dé la gana, en público y en privado. En un mundo en el que ya casi nada importa, donde los valores, la integridad, el estilo, la clase, la educación, el honor y la deportividad no encuentran hueco, es admirable topar con tipo como Federer, que sabe ganar y perder y sabe encauzar su ambición --se "muere" como él mismo ha dicho por ganar su 14° grand slam-- de la forma más honesta y respetable. La estela que ha dejado el tenista suizo a lo largo de su carrera es de las más brillantes que he visto, y no lo digo sólo por sus triunfos. Si tras acumular el palmarés que él tiene y ser considerado por muchos expertos como el mejor tenista de todos los tiempos aún llora por perder, benditas sean sus lágrimas.
Al otro lado de la red nos encontramos con alguien sacado de un molde similar. Rafa Nadal tiene lo mismo que Federer y, además, toneladas de un pundonor sin comparación en el deporte mundial. Al margen de las comparaciones técnicas, en las que no entro, también el español sabe ganar y perder y también aporta al deporte, y por extensión a la vida real, una serie de valores que lamentablemente están en desuso.
Nadal tiene todo a favor para convertirse en el mejor deportista español de todos los tiempos, pero también para convertirse en un espejo en el que muchos nos deberíamos de mirar. En una sociedad donde se impone la cultura de la queja, la falta de sacrificio, la falta de respeto por los demás, el egoísmo, la pereza y la poca solidaridad, da gusto comprobar que en esta vida los objetivos se pueden conseguir a base de luchar y luchar con honestidad y sacar el máximo partido a tus posibilidades, aunque sea con una raqueta en la mano.
Los dos tenistas nos regalaron el domingo un momento histórico que dentro de muchos años podremos recordar con emoción: la entrega de trofeos del Open de Australia. Una foto que va más allá del mundo del deporte, para el que así lo quiera ver, claro.
Me gustaría que Nadal fuera mi hermano pequeño, sí, pero también que Federer fuera mi hermano mayor.