26 de febrero de 2009

Vergüenza ajena

Vergüenza ajena. Eso es lo que siento cada vez que leo o escuho algo sobre las bondades de Gran Scala y todo lo que va a significar para Aragón. Ultimamente ya ni me apetece preocuparme por este tema; trato de reducir todo el conglomerado de noticias y datos que se suscitan en dos apartados muy simples:

LO MATERIAL
No creo que ese proyecto salga adelante tal y como nos lo han vendido por mucho que ahora ya hayan aparecido en persona los mariachis que dicen que van crear entre 26.000 y 200.000 puestos de trabajo, según donde se lea, entre otras grandes cifras intangibles. No olvidemos que hasta ahora la inversión en terrenos supera por poco los 300.000 euros (50 millones de pesetas), lo que viene a ser un chalet a todo trapo --piscina y frontón incluidos-- en la zona. Punto. Hay truco. No soy tan listo como para saber dónde, pero hay truco. Y el tiempo lo demostrará.

LO CONCEPTUAL
Estoy dudando entre elegir la palabra asco, que quizá sea un poco fuerte, o náusea. Quizá lo correcto sea repugnancia. En fin, mejor voy hacer una mezcla de las tres y con ello describiré con exactitud lo que me produce la postura del Gobierno de Aragón en este tema, y en especial la de su vicepresidente Jose Angel Winston Churchill Biel. Este apartado, del que ya he hablado en alguna otra ocasión, también lo resumo rápido: ¿Quién coño se cree este tipo que es para prostituir Aragón?

La huella del Ebro

25 de febrero de 2009

Estampas ciudadanas / El farolazo

¿Pero qué le han hecho al Pablo Serrano?


+ fotos

La tercera guerra mundial

Entró al bar a trompicones, con la mirada perdida y con aspecto de tener un fuerte enfrentamiento con la ducha al tiempo que una estrecha amistad con el tintorro. No se acercó a la barra, se quedó a medio camino, miró al camarero, hizo un gesto con la barbilla en dirección a la televisión, que estaba apagada, y gritó: "¡Ponla, que ha estallado la tercera guerra mundial!". Parecía venir de algún bar anterior dispuesto a seguir la ronda y llevar la noticia por todo el barrio (zona plaza Utrillas). Unos metros a mi derecha, el futbolista Pablo Alfaro, zaragozano enrolado entonces en el Sevilla --habían jugado en la Romareda el día anterior--, hablaba con un amigo. Una casualidad que siempre me viene a la cabeza cuando pienso en ese día. A mi izquierda, cuatro tipos jugaban a las cartas sin hacer ni caso. Detrás de la barra, el camarero disimulaba, como si no hubiera oído nada. Seguí con la mirada al recién llegado, que insistió: "¡Pon la tele, coño, que le han metido un bombazo a los yanquis!".

El camarero accedió a coger el mando a distancia con cierta desgana. Le miraba como si ya lo conociera y no fuera la primera vez que montaba un numerito. Lo que vino después ya es sabido: Matías Prats y su "Dios mío", un segundo avión que se estrella, una torre gemela que se va al suelo y después la otra. Por unos segundos yo también pensé en una guerra, que estaban arrasando Nueva York y otros sitios del país, aunque no tenía claro quién --nunca en mi vida había oído hablar de Al Qaeda o de Bin Laden, para qué voy a mentir--. También pensé en la opción de que estuviésemos viviendo una especie de Guerra de los mundos de Orson Welles, que fuera todo mentira, pero no, de la mano del superclase Matías asumí, asumimos supongo todos en ese bar, que ese día marcaría un antes y un después en la civilización como otros tantos que hemos leído siempre en los libros de historia.

La diferencia, he pensado desde entonces, está en la televisión. El ataque del 11-S no habría sido lo mismo sin imágenes en directo. Precisamente que todo el planeta pudiera ver al instante el mayor atentado terrorista de la historia de la humanidad es algo que todavía no he podido analizar por completo. Dicen que las personas siempre se acuerdan de dónde estaban y qué hacían los días marcados por de grandes acontecimientos o los hechos más llamativos (el asesinato de Kennedy, el 23-F, el España-Malta, el 11-M o las muertes de Franco, Elvis, Paquirri, por mezclar unos cuantos ejemplos de distinto tonelaje...), y evidentemente el 11-S del 2001 es uno de ellos. Pero más si cabe porque las televisiones nos dieron todo lo que pasaba al instante, por lo que la percepción de la gravedad de lo ocurrido deja una huella mayor.

Todo esto es lo primero que me vino a la mente al leer con rapidez la propuesta de Mr. Le Mans. Después, una vez releída, comprendí que quizá la idea era otra, más nostálgica, más en sintonía con lo que en su día supusieron para mí series televisivas como Mazinger Z, Starsky y Hutch, Los Angeles de Charlie o Los hombres de Harrelson, todas ellas santo y seña de una época dorada, pero si ahora me meto con los sentimientos de aquella etapa de mi vida este post se iba a hacer eterno.

PD: El tipo del bar, al que no he tratado de menospreciar en el texto sino de describir, tenía razón: creo que el mundo vive una tercera guerra mundial, que como es lógico no podía ser como las ya conocidas. Es una guerra de características distintas, sin grandes ejércitos a campo abierto, pero una guerra al fin, con puntos de conflicto diseminados por todo el planeta.

PD II: No incluyo la llegada del hombre a la Luna en la lista de acontecimientos porque creo que lo ocurrido en 1969 fue un montaje.

24 de febrero de 2009

Esto se hunde

Resulta poco alentador escuchar de boca de un ministro que siente envidia de un compañero de gabinete recién dimitido. Pero resulta incluso desagradable escucharlo concretamente de boca del ministro de economía, en una época en la que España no hace sino acumular ex trabajadores. Mucha gente que tenía trabajo y que, ERE por aquí, ERE por allá, se ha visto en la calle, aunque no en la misma precisamente en la que al parecer le gustaría estar a Pedro Solbes.

Se supone que este señor debería ser una referencia para una clase trabajadora que mira hacia delante y no ve absolutamente nada, ahora ya ni siquiera promesas. Es evidente que aún falta lo peor, pero el encargado de administrar la economía del país en una etapa que se antoja cruel preferiría salir corriendo en lugar de ponerse al frente de la situación. ¡Qué tristeza!. Si lo que de verdad quiere es marcharse, ya tarda; quizá no iría mal la llegada de una persona con ideas nuevas o, al menos, no un tristón al que no le importa reconocer de forma velada que aceptó seguir en el Gobierno tras las elecciones por un compromiso personal con Zapatero y no con el país.

Curiosamente, en otro alarde de oposición cero, el PP prefiere meterse en otras cacerías. Mariano Rajoy, que creyó haber descubierto la pólvora al fichar a Manuel Pizarro como futuro ministro de Economía, ha pasado del ex presidente de Endesa desde que éste perdió su cara a cara televisivo con Solbes todavía en campaña electoral --el efecto Pizarro duró diez días--. Lo lógico es que lleváramos ya varios meses escuchando a Pizarro ofrecer posibles soluciones, por lo menos ser la cara económica del PP, pero tiene menos sitio entre los suyos que el portero suplente del Madrid.

En resumen, el que está no puede salir corriendo porque él mismo se ha bajado los pantalones hasta los tobillos; y el que soñó con ocupar su sitio ni está ni se le espera. Este país se va a la mierda.

23 de febrero de 2009

La pregunta

¿Qué equipos de Primera no han bajado nunca a Segunda?

19 de febrero de 2009

La frase

"Éstos son nuestros políticos, señores. Me da igual su color, su tendencia o su sexualidad. Cuadrilla de infames e impresentables personajes que nos mienten, nos toman por gilipollas, nos roban y se ríen de nosotros en nuestras narices".

Mr. Le Mans, hoy en su blog

18 de febrero de 2009

La pregunta del abate Faria

¿Es cierto que en el vestuario del Real Madrid a Huntelaar le han puesto el sobrenombre de Bimba Bosé?

16 de febrero de 2009

Fútbol manchado

Hace muchos años que sospecho que el fútbol español no es inmaculado, ni mucho menos. No digo que esté todo manipulado, pero... limpio del todo no está. Soy de los que creen que cualquier año de estos saltará un bombazo como pasó en Italia hace dos o tres años con la Juve y compañía. O como pasó en Francia hace ya un tiempo con el Olympique de Marsella del ínclito Bernard Tapie. En un negocio donde hay tantos miles de millones en juego parece difícil que todo gire en función de que la bolita entre o no. Echar un vistazo a los presidentes y directivos de buena parte de los clubs sirve para apuntalar más si cabe todo tipo de sospechas. Menuda panda.

Hay en todo esto otro factor que me parece vital: los árbitros. A veces creo que un partido no hace falta que esté amañado o comprado para que su resultado esté adulterado por culpa del colegiado de turno. Pongo por ejemplo el Real Madrid-Osasuna de hace tres semanas en el Bernabéu. No creo que el Madrid comprara el partido. Es decir, no creo que el club blanco le diera dinero al árbitro por ganar. Creo que no le hizo falta y el árbitro y sus auxiliares se lo regalaron sin más, como hacen en muchas ocasiones con el pez grande en contra del pez chico. Ellos sabrán por qué. No sé si es que hay una mafia detrás o es que, además de malos y enfermos del afán de protagonismo, son tontos perdidos.

A mí, aunque salga el Real Madrid favorecido, todo esto me da mucho asco. De hecho, pongo otro caso escandaloso y que recordarlo aún me da náuseas: final de Copa entre Real Madrid y Zaragoza en Valencia, en 1994. Urío Velázquez debería haber sido detenido y puesto a disposición de la Justicia española al final del partido. Lo digo de corazón. (Creo que el destino supo compensar al Zaragoza años después en la final de Montjuic --para los no iniciados, soy casi tan madridista como Santiago Bernabéu--).

Hay otro tipo de partidos que quizá no se compren, pero se acicalan, se reblandecen, se preparan desde días antes. Es aquí donde incluyo el España-Malta. Un buen amigo de José Luis Roca, a la sazón presidente de la Española en el 93, me contó una vez que la víspera del partido los jugadores de Malta y sus mujeres (viaje que por lo visto también pagó la federación española) fueron agasajados todo el día como no se podían ni imaginar, incluyendo una visita a El Corte Inglés de Sevilla con casi TODOS los gastos pagados. ¿Os imagináis a un maltés en El Corte Inglés en el año 93 con barra libre para comprar lo que quiera?

No creo que aquella hazaña estuviera amañada, no seré yo quien manche ese logro sin pruebas, pero al mismo tiempo creo que en condiciones normales no se le pueden meter 12 goles a ninguna selección del mundo en una fase de clasificación. Uno de los rivales tienen que estar totalmente entregado.

Por cierto, para partido pactado entre los propios jugadores --no creo que entre clubs--, el Real Zaragoza-Real Madrid del año pasado en La Romareda (2-2). Creo que es la primera vez en la historia del fútbol que un equipo sale a dejarse perder y al final se lleva un punto y por poco gana. Tremendo lo del Zaragoza aquel día. Qué torpeza.

PD: Me guardo para otro día otra historia que me contaron. El resumen es este: Hace unos diez años alguien en nombre de un club de Primera ofreció dinero a la plantilla del Zaragoza por dejarse ganar pocos minutos antes del partido entre ambos. Estaban ya en el vestuario, listos para salir y la cantidad de dinero era tal, que hubo gente que pidió que se votara con el argumento de que ellos no se jugaban casi nada y el otro equipo mucho, y que probablemente iban a perder igual. Por lo visto 13 jugadores votaron que NO al soborno y tres que Sí. El partido terminó con derrota del Zaragoza pero los jugadores no cogieron ni un duro.
Uno de los jugadores que votaron que NO juró en la cara de los tres que votaron que SI que jamás les volvería a mirar a los ojos. A día de hoy me cuentan que lo cumple.

El partido

El partido de ida de la semifinal de la Recopa de 1995 entre el Real Zaragoza y el Chelsea (3-0). Un partido con mayúsculas. Aquel día en La Romareda comprobé en persona cómo el Zaragoza se acercó al concepto que yo tengo de equipo grande, y lo mismo digo de la afición zaragocista. Fue el día perfecto, sólo empañado por los incidentes que provocaron los ultras del Chelsea en las gradas. Los jugadores del Zaragoza salieron al campo con un punto de superioridad como jamás había visto antes, y ya no he visto después. (Empleo la palabra superioridad como lugar de encuentro de varios conceptos a la vez: orgullo, bravura, tesón, convencimineto, solidaridad, fuerza, energía... incluso amistad, entre otros).

Es cierto que en la eliminatoria anterior con el Feyenoord estuvieron también muy cerca de ese estado colectivo del que hablo: un compromiso con su profesión, la historia de cada uno de ellos y la historia del club. Que yo haya visto en persona, en exclusiva lista se podrían incluir también otros dos partidos: el histórico 6-3 al Barça y la semifinal de Copa con el Valencia del 94 en La Romareda (impresionante Paco Higuera).

Eso sí, el del Chelsea fue superior a todos. Creo honestamente que el Zaragoza aquel día en La Romareda hubiera ganado a cualquier equipo del mundo e incluso a cualquier equipo de la historia del fútbol. Metieron tres goles. Pudieron ser menos y también más, pero mi argumento no pasa por los goles ni por el buen juego ni por la pizarra de Víctor Fernández (éste, para otro día) ni por ningún otro concepto técnico-táctico. Yo hablo de que tanto equipo como afición supieron reunir en el mismo espacio y tiempo el mismo objetivo: ganar y por cuantos más goles, mejor. Fue la ceremonia del sacrificio total por una misma causa común. Eso es lo que me llegó al alma.

He ido mucho a La Romareda, pero nunca me he sentido especialmente zaragocista, y es precisamente desde la distancia que siempre he mantenido con el zaragocismo desde donde opino. Aquel día en La Romareda sentí admiración, comprensión, respeto por el club, su gente y su historia. Reconozco que sentí hasta celos, quizá envidia y que incluso me picó el veneno blanquiazul. Para bien o para mal ese veneno se diluyó pronto y el paso del tiempo no ha hecho sino ponerme en las antípodas de este club. Pero bueno, la degradación del Real Zaragoza y todo lo que siento e incluso no siento por él es otro tema distinto.

Pese a que la del Chelsea se trató de una misión colectiva, no puedo dejar de destacar un figura en particular: Juan Eduardo Esnaider. Metió dos de los goles en el que probablemente haya sido el mejor partido de su carrera y se consagró ante mis ojos como un ser indestructible en ese momento. Su ansiedad --tenía tanta energía aquel día que en vez de ganar el partido hubiera sido capaz de subir al Everest de un tirón-- fue para mí la demostración de que para lograr algo lo primero que hay que hacer es dejarse en el empeño absolutamente todo (es eso lo que ahora veo en Raúl, Nadal o en otro tiempo en Induráin) y exprimir tus posibilidades al máximo (algo que no tiene que ver con exprimir posibilidades que crees tener y no tienes). Esnaider tenía aquel día en la mirada ese plus que he admirado toda la vida, dentro y fuera del deporte, en distintas personas. En realidad, todo el equipo y probablemente todos los aficionados tenían aquel día ese plus en la mirada.

PD: Enlazo aquí la anécdota del peace and love de aquel partido por si alguien no la conoce.
PD II: Angelillo propuso el 'partido que nos haya llegado al alma' y he elegido este, pero tengo que reconocer que ha habido otros muchos que me han tocado el corazón de verdad y que tienen sus particulares historias que no cuento por no convertir esta entrada en un libro. Pongo cinco ejemplos rápidos:

Honduras-Irlanda (1982): Fue la única vez en mi vida que fui al fútbol con mi padre. Yo era muy joven, a él no le gustaba nada el fútbol y además la economía en casa no era la mejor, precisamente. Sé que hizo un gran esfuerzo personal y económico para que yo al menos viviera un partido de un Mundial en La Romareda.

España-Malta (1983). Evidente, aunque algún día contaré la intrahistoria que me contaron a mí sobre lo ocurrido el día anterior con los jugadores malteses y sus mujeres.

Real Madrid-Juventus (1998): La séptima del Madrid y mi primera. Nada que añadir.

Barcelona-Real Madrid (1999): Yo era el único tipo que gritaba como un energúmeno en la grada cuando Raúl hizo callar al Camp Nou.

Real Madrid-Valencia (2000). La final de la Copa de Europa que no pude ver en directo.

13 de febrero de 2009

La frase

"Esta decisión (dar una calle a Escrivá) es una vergüenza para todos los ciudadanos de Zaragoza que en su momento votamos al PSOE. Yo, al menos, me siento traicionado, vejado y dolido"

Antonio Piazuelo, diputado del PSOE y exconcejal, hoy en El Periódico

11 de febrero de 2009

La obra de Juan Alberto

En pleno debate social sobre la auténtica laicidad del Estado, cuando cada vez somos más los que miramos de reojo a la cúpula de la Iglesia de este país, por su imperturbable empeño en manejar cuotas de poder propias de un pasado ya cada vez más lejano, llega el alcalde de Zaragoza, azotado al parecer por unas revelaciones divinas, y decide de golpe y porrazo dar el nombre de San Josemaría Escrivá de Balaguer a una céntrica calle zaragozana, concretamente a la actual General Sueiro. La decisión provoca sospechas, la mires por donde la mires. El supuestamente socialista Juan Alberto Belloch no sólo no se ha ladeado con ello hacia la parte religiosa de la sociedad, repito, en un momento donde los conceptos laicos ganan cada vez más sitio, sino que para colmo se ha echado en brazos de la vertiente ultracatólica, ese territorio guardado por los que se creen las fuerzas especiales del catolicismo, la élite de Dios.

El alcalde de Zaragoza se declarado siempre católico e incluso en las primeras entrevistas que concedió al llegar a la ciudad, cuando se le acusó de ser un paracaidista rebotado por el felipismo tras haber sido biministro en una etapa de la historia de España que mejor olvidamos ahora, se proclamó ferviente devoto de la Virgen del Pilar, a la que al parecer visitaba cada mañana. Por supuesto, Belloch tiene derecho a ponerle velas a quien quiera y a rezar en soledad o en compañía, pero lo que es impresentable es que mezcle su espiritualidad y sus místicos impulsos personales con la forma de gobernar. Un supuesto alcalde progresista, al que se le deberían atribuir valores de la izquierda y decisiones relativamente modernas, parece imbuido por los peores tics de la vieja derecha, la de los caciques totalitarios que siempre presumían de estar rodeados de las fuerzas vivas de la sociedad, entre ellas, cómo no, las fuerzas con sotana, casulla, fajín morado y enorme anillo. A veces pienso que a falta de una clase política de derechas mínimamente decente en Zaragoza y Aragón, Belloch ha decidido ser al mismo tiempo alcalde y jefe de la oposición, tomando decisiones de un y otro color para entretenerse.

Pero como creo que las cosas no suceden por casualidad, y menos por que así se le haya ocurrido al mesiánico Belloch, sospecho que en la decisión de poner una calle a Escrivá de Balaguer se habrá fraguado en las catacumbas de la Obra, allí donde se decidió por ejemplo que a este señor se le hiciera santo por la vía más rápida posible, saltándose a la torera cientos de años de tradición vaticana. Las cosas nunca son lo que parecen y no me extrañaría que el alcalde esté pagando algún favor ya concedido o alguno a punto de concederse. Los tentáculos y el poder de la Obra son ilimitados, y el devoto Juan Alberto, un alma caritativa que sólo quiere hacer una buena obra en su ciudad, evidentemente. Amén.

C. M.

Estampas ciudadanas / ¿Acera o calzada?

10 de febrero de 2009

¿Campeón del mundo u objeto de deseo?

Le falta algo. Si arrastráramos con el ratón el nombre de Fernando Alonso a una carpeta en la que estuvieran juntos por ejemplo Miguel Induráin (el campeón humilde), Carlos Sainz (el federer de las cuatro ruedas) o Rafa Nadal (el sueño español en estado puro) el ordenador no nos lo permitiría. Petaría. Esta es una realidad para mí indiscutible que se puede contar a través de miles de comparaciones y ejemplos distintos; la cuestión es por qué. A estas alturas ya no es una novedad llegar a la conclusión de que este chico no transmite. Le falta carisma, encanto, chispa. Algo. Es más, existe la sensación generalizada de que es un poco borde.

Otra cosa es que en un momento dado echemos mano del orgullo patrio y recordemos por encima de todo sus dos títulos mundiales y su indiscutible talento para conducir. Pero yo no hablo sólo de éxitos deportivos, sino de ese plus que sí han tenido y tienen otros números uno. Creo que un campeón no es sólo aquel que supera a los demás en una especialidad y ya está, por eso insisto en ese algo más que el asturiano precisamente no tiene.
Desde que se fue Michael Schumacher, Fernando Alonso es probablemente el mejor piloto de la parrilla --sólo Hamilton me hace dudar--, pero sus principales virtudes las deja en el asiento cada vez que baja del coche.
Hay sin duda muchas razones que pueden justificar o esclarecer los motivos de esa falta de química del piloto, pero a mí me llama la atención especialmente una: el flaco favor que le ha hecho el periodista Antonio Lobato. El proceso de enamoramiento del hasta ahora calvo de Tele 5 y en adelante calvo de La Sexta al que hemos asistido con el paso de los años en vivo y en directo ha sido contraproducente. Una cosa es ofrecer la información con las dosis de parcialidad que obliga el hecho de que Alonso sea español, y otra llenar de babas las pantallas en todas y cada una de las retransmisiones. Ha embadurnado de tanta falsa perfección la figura del piloto que lejos de convertirlo en el ídolo que él quería --o con el que él sueña-- ha provocado la reacción contraria en muchos aficionados a la fórmula 1.
Cuanto más trata Lobato de acercar a Alonso a la gente por el camino irreal que él mismo se ha inventado más borde parece el otro. Parte de la culpa la tiene el propio Alonso, por permitir que la proyección de su imagen esté en manos casi en propiedad de este periodista, ya sea por razones mercantiles (contratos televisivos multimillonarios en exclusiva) o por que le importa muy poco el resultado final --algo de lo que estoy convencido--.
Una cosa es ser campeón del mundo, otra acumulador de títulos, otra un mito, otra una referencia en tu país y otra la obsesión por no decir el oscuro y exclusivo objeto de deseo de un periodista de corto recorrido. Fernando Alonso deberá decidir cómo quiere pasar a la historia.

C. M.

3 de febrero de 2009

Pelé y Perico, juntos

Esta joya la he encontrado en un bar de la calle Ramón Pignatelli llamado Millán. Está hecha por Monge el 3 de septiembre del año 1974, coincidiendo con la visita del Santos para jugar aquel histórico amistoso con el Zaragoza en La Romareda (Ovejero se cargó un larguero). Poco antes, en julio, Perico se había proclamado campeón de Europa de los superligeros tras derrotar contra todo pronóstico a Toni Ortiz. Sólo 18 días después de hacerse esta fotografía, el 21 de septiembre, el boxeador aragonés se proclamaba campeón del mundo al vencer en Roma a Furuyama.
El de La Romareda fue el último partido en Europa de Pelé con el Santos brasileño; poco después fichó por el Cosmos de Nueva York. Al menos eso me contó el dueño del bar, Paco Millán, un tipo con una conversación extraordinaria, un archivo andante de fútbol y anécdotas. El bar es de esos de toda la vida y Paco es alguien sin igual en Zaragoza.

Estampas ciudadanas / Filas para comer

2 de febrero de 2009

Las lágrimas de Federer

No sé por qué hay quien ha criticado a Roger Federer por sus lágrimas en Australia. Si algo se ha ganado el suizo a pulso a lo largo de los últimos años es el derecho a llorar en una entrega de trofeos y donde le dé la gana, en público y en privado. En un mundo en el que ya casi nada importa, donde los valores, la integridad, el estilo, la clase, la educación, el honor y la deportividad no encuentran hueco, es admirable topar con tipo como Federer, que sabe ganar y perder y sabe encauzar su ambición --se "muere" como él mismo ha dicho por ganar su 14° grand slam-- de la forma más honesta y respetable. La estela que ha dejado el tenista suizo a lo largo de su carrera es de las más brillantes que he visto, y no lo digo sólo por sus triunfos. Si tras acumular el palmarés que él tiene y ser considerado por muchos expertos como el mejor tenista de todos los tiempos aún llora por perder, benditas sean sus lágrimas.
Al otro lado de la red nos encontramos con alguien sacado de un molde similar. Rafa Nadal tiene lo mismo que Federer y, además, toneladas de un pundonor sin comparación en el deporte mundial. Al margen de las comparaciones técnicas, en las que no entro, también el español sabe ganar y perder y también aporta al deporte, y por extensión a la vida real, una serie de valores que lamentablemente están en desuso.
Nadal tiene todo a favor para convertirse en el mejor deportista español de todos los tiempos, pero también para convertirse en un espejo en el que muchos nos deberíamos de mirar. En una sociedad donde se impone la cultura de la queja, la falta de sacrificio, la falta de respeto por los demás, el egoísmo, la pereza y la poca solidaridad, da gusto comprobar que en esta vida los objetivos se pueden conseguir a base de luchar y luchar con honestidad y sacar el máximo partido a tus posibilidades, aunque sea con una raqueta en la mano.
Los dos tenistas nos regalaron el domingo un momento histórico que dentro de muchos años podremos recordar con emoción: la entrega de trofeos del Open de Australia. Una foto que va más allá del mundo del deporte, para el que así lo quiera ver, claro.
Me gustaría que Nadal fuera mi hermano pequeño, sí, pero también que Federer fuera mi hermano mayor.