Otra vez el presidente ha manchado el nombre del club, ofreciendo la peor de las imágenes: la del eso quiero, eso compro, porque soy el más rico y punto, lo cual dice muy poco de la categoría de la entidad que una vez presidió Santiago Bernabéu. Ese tipo de conductas hacen mucho daño al supuesto señorío del Madrid, especialmente cuando el jugador termina quedándose en su club --un recuerdo para Kaká y otro para Fábregas--
Como en la otra parte sólo había un niño mimado, egocéntrico e insolente que aún no sabe que al fútbol juegan once con la misma camiseta y que la suya se lava igual que las demás, pues el resultado no podía ser otro después de casi 50 días de absurdo culebrón: el niño diciendo no puedo ir, lo siento y espero que me perdonen en Manchester, donde voy a darlo todo, y en Madrid, donde lo daré a partir del año que viene. Patético.
Lo peor viene ahora, cuando el Madrid busque un nuevo impacto mediático lejos de cualquier planificación seria y estudiada. ¿Quién será el protagonista del nuevo culebrón? Habrá que apostar por David Villa. Fijo.
Simbad el Marino