Aparentemente parece [me refiero a la destrucción del Ebro para permitir el paso de pequeños barcos sí o sí] un nuevo ejercicio de baturrismo del bueno, de ese que dice "pues como no te apartes tú". Algo así como, aunque sea a bombazos, los barcos pasarán sí o sí, por mis cojones.
Pero no, no es eso. En realidad se trata, como casi siempre, de un burdo negocio de una serie de tipos bien contactados que han sido capaces de empujar al ayuntamiento, a Expoagua y a algún que otro más mandamás a cometer una de las actuaciones más bochornosas de la historia de la ciudad con el único objeto de ganar dinero, contra viento y marea, nunca mejor dicho.
Menos mal que es cuestión de días que todo se quede en nada --el Ebro tiene espíritu torrencial y tarde o temprano se cobrará factura-- y que ya queda poco para que desmonten el chiringuito y se vayan a engañar a otros. No estaría de más que antes de volver a pensar en una iniciativa como ésta se pasen por París o Praga y vean por qué sí en esas ciudades es posible la navegabilidad por el Sena o el Moldava, respectivamente. Ya lo dijo el gran maestro: el cazurrismo y la ignorancia se curan viajando. La ambición por hacerse rico en diez minutos, diez días o diez meses... no se cura. Se paga.
Maximilian Morrel