8 de agosto de 2008

Erre que erre

¿Qué es más lógico: adaptar el barco al río o el río al barco? Lo que han hecho con el Ebro no tiene nombre. Y pensar que nadie, salvo algún grupo ecologista al que además nadie ha hecho caso, se ha tomado con seriedad una de las atrocidades más llamativas de la España moderna. (¿Dónde está la prensa libre e independiente?)

Aparentemente parece [me refiero a la destrucción del Ebro para permitir el paso de pequeños barcos sí o sí] un nuevo ejercicio de baturrismo del bueno, de ese que dice "pues como no te apartes tú". Algo así como, aunque sea a bombazos, los barcos pasarán sí o sí, por mis cojones.

Pero no, no es eso. En realidad se trata, como casi siempre, de un burdo negocio de una serie de tipos bien contactados que han sido capaces de empujar al ayuntamiento, a Expoagua y a algún que otro más mandamás a cometer una de las actuaciones más bochornosas de la historia de la ciudad con el único objeto de ganar dinero, contra viento y marea, nunca mejor dicho.

Menos mal que es cuestión de días que todo se quede en nada --el Ebro tiene espíritu torrencial y tarde o temprano se cobrará factura-- y que ya queda poco para que desmonten el chiringuito y se vayan a engañar a otros. No estaría de más que antes de volver a pensar en una iniciativa como ésta se pasen por París o Praga y vean por qué sí en esas ciudades es posible la navegabilidad por el Sena o el Moldava, respectivamente. Ya lo dijo el gran maestro: el cazurrismo y la ignorancia se curan viajando. La ambición por hacerse rico en diez minutos, diez días o diez meses... no se cura. Se paga.
Maximilian Morrel