
El PSOE ha decidido impulsar una reforma de la Ley del aborto después de casi 25 años de nauseabunda hipocresía en la clase política de este país, que ha mirado para otro lado desde el primer minuto, desde que se dejó abierta la rendija del "grave peligro para la vida o salud física o psíquica de la embarazada". Por la gatera de lo psíquico se han colado las ideas, las justificaciones y la falta de valentía de los de izquierda, derecha, centro y medio pensionistas, que han dejado pasar los años evitando que la sociedad evolucionara, debatiera y madurara en este terreno.
En un país en el que desde siempre los partidos se la han cogido con papel de fumar para contentar a todo el mundo se ha tardado casi tres décadas en dejar las cosas claras, y no sin polémica, claro.
De momento quien ha puesto ya el grito en el cielo es la Iglesia, con una agresiva campaña en la que compara a un niño ya crecidito y al parecer desamparado por la ley con un lince ibérico, especie protegida. Típica y pasada de moda campaña publicitaria basada en el blanco-negro, sí-no, este-aquel, yin-yang. Que yo sepa nadie ha dicho nada de hacer daño a los bebés ya nacidos en favor de una mejor existencia de los linces.
Se trata de una salida de pata de banco más de los obispos españoles, que en su particular cruzada contra la izquierda siguen la senda más alejada a la sociedad. Con mensajes así, la Iglesia llama a la radicalización del conmigo o contra mí, y refuerza el más extendido estado mental de este país, que es el de no pensar demasiado o pensar demasiado fácil. Sin debate no hay forma de dar un paso al frente. Con campañas así, son los obispos españoles los que se reafirman como una especie en peligro de extinción.