
Vivimos días históricos. Apenas dos décadas después de la caída del comunismo, el capitalismo se ha desmontado a sí mismo después de caminar sobre el abismo con una ingeniería financiera ficticia que sólo enriquecía a unos pocos. Mientras los 'hombres del puro' ganaron dinero a paladas olividándose de todo que no fueran ellos mismos, no se acordaban de las estructuras del Estado ni de nada ni de nadie.
Y ahora han querido hacer trampa, pero les ha salido mal. Después de años de pregonar el liberalismo total y presumir de neocon, ahora querían una intervención, que el Estado asumiera con dinero público deudas generadas por la mala gestión privada. Querían socializar el problema, hacer una especie de tabla rasa para no seguir perdiendo o, mejor dicho, dejando de ganar y ganar.
Pues no. Parece mentira pero un grupo de congresistas de EEUU todavía tiene la cabeza en su sitio y ha frenado la idea, aunque a la postre terminarán girando la chaqueta a cambio de otras prerrogativas --qué gran invento la política--. Pero mientras, el gran jefe George Bush hijo y todos sus palanganeros viven momentos dramáticos que están llamados a entrar en los libros de historia con letras mayúsculas. Y es que el destino ha sido cruel con los que más lo merecían: Bush, un personaje patético, ignorante y arrogante que ha creído manejar los hilos del mundo a base de misilazos, está a punto de pasar a la jubilación marcado por la mayor crisis mundial conocida, quizá a excepción de lo ocurrido en 1929, aunque a estas alturas puede que ni eso. Lo dicho: que se jodan.
C. M.