La visita es recomendable. Estos días el aspecto del río es impresionante desde cualquier rincón. Ya no hay rastro de aquella playa de piedras y grava que se inventaron en la orilla de Helios ni de esas boyas como unas ollas que marcaban supuestamente el camino a los barquitos. Si se salían de ahí, encallaban. Si seguían el trazado, a veces también. Una risa.
Una de las mejores vistas está en la pasarela del Voluntariado. Tampoco está de más echar un vistado al 'archiconocido y muy utilizado' en su día puerto fluvial de la Expo, que ahora languidece bajo las aguas. Ahora queda esperar a que pase el invierno, llegue la primavera y que una mente preclara recupere la idea de meter de nuevo las máquinas para dragar el cauce y facilitar otra vez el paso de los barquitos, sí, ese negocio ruinoso que impulsaron Belloch y sus mariachis y que arrojó un déficit millonario del que nadie ha dicho nada todavía.
Simbad el Marino